Muy querida Presidenta, Ministro, amigas, amigos, compañeras, compañeros…
Agradezco profundamente al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes por haberme otorgado este maravilloso reconocimiento: Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda. Por haber distinguido a una persona como yo, trabajador tras bambalinas. Más que un reconocimiento personal lo recibo como un premio a todos los gestores culturales de nuestro país.
Agradezco también al Ministro Ernesto Ottone a quien conocí cuando recién regresaba a nuestro país desde Europa lleno de ideas y de entusiasmo; y a usted Presidenta Michelle Bachelet, por realizar esta ceremonia y entregarme tan alta distinción, y por todos los esfuerzos realizados y los logros que su gobierno ha conquistado en materia cultural.
Este galardón, el más importante sin duda en toda mi carrera, lo dedico a mis colaboradores más cercanos y a todos los compañeros que han aportado con su trabajo, con su entrega. A todos los gestores, administradores, técnicos, tramoyas, iluminadores, sonidistas, productores, diseñadores , maquilladores, vestuaristas, cargadores.
Aprovecho este momento tan especial para compartir con todos ustedes algunos pensamientos, ideas, sueños. Con su permiso, querida Presidenta.
Llevo más de 50 años poniendo toda mi energía y pasión para sacar adelante proyectos artísticos. Para crear, generar y producir actividades relacionadas con el arte y la cultura: desde acompañar el Tren de la Cultura del compañero Salvador Allende el 64; hasta ayudar a dar conocer a las primeras bandas de rock nacional en los míticos conciertos a medio día en el teatro Marconi a fines de los años 60.
He llevado a cabo esta labor sin descanso, pensando en Chile. Ya sea abriendo espacios y trabajando para la producción artística nacional como también realizando todos los esfuerzos parar traer hasta aquí manifestaciones artísticas de distintas partes del mundo, artistas de nivel mundial, para aportar a la diversidad y enriquecer nuestro panorama de espectáculos y eventos culturales.
En un mundo de múltiples colores y sabores, con un sin fin de gustos y predilecciones, busco complacer a todos los chilenos sin distinciones.
Todo, se supone, tiene un comienzo. Mi interés por las artes y la cultura se remonta a mi enseñanza básica. Tuve la fortuna de estudiar en el colegio Juan Martínez de Rozas, que fue seguramente el primer colegio en Chile de enseñanza artística. Junto con la docencia regular teníamos clases de música, teatro, danza. El Parque Forestal era nuestro patio de recreos y juegos; el Museo de Bellas Artes otra más de nuestras salas de clases. Este maravilloso colegio que hoy ya no existe estaba en Lastarria, justo donde hoy está la Palaza Multao Gil. Pero quien sí existe y está presente hoy con nosotros es la persona que sembró en mi la semilla por el interés y el amor a las artes, mi profesora de preparatorias, la destacada maestra María Irene Rojo Olivares. Atenta, abnegada. Reunía todas las características de las maestras que nos enseñaban todo. ¡Gracias!
En este importante periodo de formación que marcó para siempre mi carácter y me entrego la impronta para encarar con amor, con respeto, consecuencia y pasión mi vida como trabajador de la cultura, no puedo dejar de mencionar mi paso por el INBA, donde perteneciendo a la academia de teatro que dirigía Fernando Cuadra, conocí a mi compañero y hoy amigo Ramon Nuñez. Un maestro en el mundo de las artes escénicas. Fue un momento clave de mi vida pues me di cuenta que mi camino iba tras bambalinas dándole vida a los sueños de los artistas.
En un momento como este las imágenes, los recuerdos, las emociones se agolpan en la mente y en el corazón. Espero que estas palabras logren dar cuenta en algo de esa emoción y agradecimiento.
Soy una persona afortunada. Mi vida profesional ha estado dedicada a generar experiencias felices, sensibles, de comunión. He sido actor y espectador de la historia de Chile en estos 50 años. Con sus sombras y dolores. Pero también he tenido el privilegio de ser parte del renacer cultural, gestando y produciendo experiencias que han quedado en la retina de nuestro pueblo, que han marcado ética y estéticamente momentos de cambios.
Soñar es el punto de partida de cualquier transformación. Soñar ha sido y es la semilla y el motor de todo lo que he construido. Si bien las manifestaciones artísticas pueden ser muchas veces instantes efímeros, quedan como recuerdos imborrables porque la experiencia de esa emoción vivida en ese instante, permanece, y cada vez que la evocamos vuelve a surgir nueva y joven, como la primera vez.
Atesoro mis recuerdos con dedicación. Construyo sobre ellos el presente fugaz que habito. La memoria se transforma en la materia esencial para levantar mis sueños de futuro.
El patrimonio se convierte así, y sin quererlo o buscarlo, en un lugar de encuentros y reencuentros. Como el Teatro Marconi: lugar de las presentaciones artísticas de fin de año de mi colegio. Fue mi debut como actor acompañado de mi querida profesora. Más tarde, el Marconi me vería convertirme en el joven productor de rock nacional y hoy se transforma en la guinda de la torta de esta larga trayectoria como Teatro Nescafé de las Artes.
Es por lo que no podemos permitir que se borre la memoria de nuestras ciudades. Si eso sucede estaremos perdidos dando tumbos en un lugar que no nos recuerda nada, que no nos evoca nada, que no hace vibrar nuestras emociones. Que no hace parte de nuestro imaginario.
Años atrás fui convocado a ser parte de los Soñadores de la Republica en un acto en el ex Congreso Nacional. Yo me sentí un Senador Soñador. Soñamos con llenar las calles de alegría, con recuperar y rescatar el ex Diego Portales para devolvérselo a los ciudadanos como Centro Cultural, soñamos con ímpetu con un Ministerio para la Cultura, que debiera ser el Ministerio Para La Vida, para la comunidad, para la convivencia, para la valoración y construcción de nuestra identidad, para el reconocimiento y el respeto por nuestras raíces y la diversidad. Para la recuperación de cada espacio para todos los ciudadanos.
Hoy muchos de esos sueños colectivos son ya una realidad. Una realidad que lejos de acomodarnos debiera plantearnos nuevos desafíos. Porque hoy nuestro país vibra en cada barrio, en cada comuna. Personas diversas viviendo la cultura de diferentes maneras. Personas a las que debemos seguir nutriendo, constituyendo como un derecho las manifestaciones artísticas culturales. La participación activa de las personas en sus comunidades. En actividades generadoras de la cultura de la cooperación, de la solidaridad, del bien común. Esto hará posible que las nuevas generaciones comprendan, desde el quehacer diario, que debemos vivir compartiendo, colaborando con los otros. Iguales o diversos.
La cultura es nuestro modo de vivir, de relacionarnos, de pensar, sentir, amar, construir. Reconocer el valor del pasado, vivir el presente y soñar el futuro. La cultura es el alma que le hace falta al desarrollo material.
Me despido con una mirada creativa, constructiva y optimista consciente y seguro que continuaremos realizando importantes cambios para hacer de la cultura el punto de reencuentro de nuestro país.
Quiero saludar con especial cariño a mis amigos carpinteros de la Asociación de Carpinteros Patrimoniales de Chiloé: José Luis Catalán, José Amado Guernul y José Sebastián Ampuero. ¡Gracias compañeros por haber venido de tan lejos para acompañarme! Quiero reflejar en ellos y su oficio todo el trabajo que nos queda por realizar.
Muchísimas gracias, Presidenta. Gracias de corazón.
Gracias a todos y cada uno de los presentes y de los ausentes.
Alfredo Saint-Jean Domic
27 de septiembre 2017
Santiago de Chile