Ahora cuando se acercan las Fiestas Patrias pareciera como si el ambiente y el estado de ánimo de las personas empezaran a transformarse poco a poco. Sabemos que vienen días de alegría y celebración.
El Diccionario de la Real Academia Española ha incluido, en el avance de su vigésima tercera edición, la palabra chilenidad con dos acepciones: carácter o condición de chileno; o amor o apego a lo chileno.
Pero aunque para la Academia se trate de algo nuevo, chilenidad es un término que hemos utilizado en nuestro país por varias décadas para describir el conjunto de expresiones culturales que forman parte de nuestra identidad nacional y que se manifiestan con mayor fuerza durante septiembre, mes en el que se celebran las Fiestas Patrias y, casi simultáneamente, la llegada de la primavera.
Las banderas de papel colgadas de lado a lado de las calles. Las luces de colores. Las sillas y las mesas para recibir a todos. Los cantores y cantoras afinando sus guitarras. El pan amasándose, las empanadas, los anticuchos, los churros, los algodones de azúcar, las manzanas confitadas, el fuego chispeando.
Las fondas citadinas. Los olores mezclándose, los hornos, las parrillas, la copa de vino tinto, el maní confitado, las chirimoyas, los tomates y las cebollas, el pino y el pebre, la primera cueca. Los volantines cruzando el cielo. Los palitroques, las carreras de ensacados, el palo encebado, el tejo, los monos porfiados, la rueda que gira y gira, los tiros al blanco. Los duelos de payas.
Todo esto forma parte de eso que llamamos chilenidad y que nos identifica y define, al menos parcialmente, como sociedad. Estas manifestaciones populares que ocurren a lo largo y ancho del país no son un vestigio de un pasado remoto ni son tampoco actos de nostalgia. Muy por el contrario, son elementos que dan forma y fondo a nuestra identidad, nos otorgan sentido de pertenencia y son, por ende, una pieza irreemplazable de nuestra cultura.
Editorial publicada en teatro-nescafe-delasartes.cl en septiembre de 2014.