Música chilena: motor de desarrollo material e inmaterial

En algunos países, la industria creativa -que incluye todas las manifestaciones artísticas y de entretenimiento- llega a superar el 10% del producto interno bruto (PIB). En Chile apenas puede alcanzar el 4% en el mejor de los casos. No existen mediciones exactas. De cualquier manera, para igualarnos a otros desarrollos en el mundo, tenemos mucho donde crecer. Hay una gran brecha que superar con base en la creación, realización y difusión.

La música es uno de los grandes pilares generadores de riqueza material e inmaterial de la industria creativa de un país. No sólo es expresión de la cultura e identidad, lo que nos hace originales y nos da un sello distintivo en el mundo global, sino que posibilita la generación de recursos, empleo, inversión, tecnologías, más creación e innovación, no sólo vinculada a esta industria en particular, sino a todas las industrias productivas y de servicios.

¿Hay alguien que hoy pueda prescindir de la música en su vida cotidiana o en su empresa o institución? En realidad, la música está en todo: en los audífonos de un adolescente, en el computador, en la vieja radio, en el teléfono, en el mall, en el supermercado, en el automóvil, en las películas, en los documentales de empresas, en la iglesia, en la campaña política, en el teatro, en el hospital, en el colegio, en las fiestas y en los funerales. La música es el lenguaje universal presente en cada momento de nuestras vidas.

Pero incluso en este contexto, hoy nuestra música chilena con enormes esfuerzos logra hacerse escuchar. Aunque parezca increíble, los autores y realizadores de música dan la batalla por tener un mínimo de un 20% en la programación de las radioemisoras nacionales.

En realidad, considero que la discusión está mal planteada. La música chilena no debe ser programada por obligación o por norma legal, pues debiera ser vista como una oportunidad, una gran forma de invertir por parte de los medios y los decisores privados para fomentar la creatividad, la innovación y posibilitar la gran contribución que hace la música a la riqueza material e inmaterial. A los empresarios les conviene más y más creación musical y en todas las áreas artísticas, porque la industria creativa sólo puede crecer y convertirse con el tiempo en una gran fuente de riqueza.

Si esto sucede, a los creadores les posibilitará mejores condiciones y respeto por sus derechos. Al país, la cuota de identidad que se renueva y se multiplica en el mundo global, y finalmente, el sentido de pertenencia y cohesión social dentro de nuestro propio Chile.

Para lograr eso no es suficiente que el 20% de la música transmitida por las emisoras de radio sea chilena. Necesitamos ir más allá: invertir, apostar por el futuro y dar apoyo al talento nacional.

Esto debiera ser tema de una gran alianza público-privada que diseñe e implemente estrategias a mediano y largo plazo para que la música y todas las expresiones de la industria creativa puedan convertirse en un motor importante de desarrollo que alcance lo que otros países ya han logrado: superar el 10% del PIB.

¡Que se escuche la música chilena!

Editorial publicada en teatro-nescafe-delasartes.cl en mayo de 2014.