Revista La Noche: «Pienso para Chile en una solución cultural»

Revista La Noche conversa con Alfredo Saint Jean, gestor, productor cultural y presidente del directorio del Teatro Nescafé de las Artes.

Se ha dicho que la capacidad de soñar es la capacidad de realizar, porque un país sin sueños es un país sin futuro. Por lo mismo, los soñadores, creativos y los artistas, le hacen bien a un país. Somos un pueblo que debe tomar consciencia de la importancia del arte y la cultura en Chile, para nuestro desarrollo: “Soñar es el punto de partida de cualquier transformación”, ha dicho Alfredo, pero soñar se educa, apoya y estimula, afirma: “No tenemos una educación creativa que promueva el pensamiento asociativo y metafórico desde la más tierna infancia. Estamos educando para repetir y obedecer, no pensar, no imaginar. No hay un clima que genere una atmósfera creativa. Al contrario, en Chile predominan los ‘no se puede, es muy difícil, es muy caro, es muy raro, no es para nosotros’”. Aunque él sabe que vivimos bajo esas condiciones, no ha dejado de luchar para revertir aquello.

Es el presidente del directorio del Nescafé de las Artes, que celebra una década, teatro al que vuelve luego de 48 años, cuando hizo los “Hito Beat” en ese tiempo Teatro Marconi. Conocida es su larga trayectoria, su quehacer ha sido su escuela, porque de cada aprendizaje ha asimilado saberes que le han servido para un nivel más elevado. Su experiencia en los Clásicos Universitarios, le permitió realizar el acto de celebración del retorno a la democracia, con un flamante Patricio Aylwin caminando por el césped, simbolizando un Chile libre, sin la grotesca parafernalia de los aparatos de seguridad de la dictadura. Fue una idea suya que costó, pero se hizo. Como la imagen del despliegue de la bandera chilena a lo ancho y largo de la cancha. Porque soñar también son símbolos.

Lleva cerca de 55 años trabajando en cultura. Para Alfredo todo tiene su contexto, lo que pasó pre y post Allende y lo qué pasó en los 90, fue distinto, señala: “En los últimos cincuenta años, nunca vi una diversidad tan importante. Puedes encontrar en el teatro, la música y la danza, todo tipo de espectador. Nadie puede decir que el público es de determinada manera. Hoy lo que prima es la diversidad, con una cantidad impresionante de nichos en el mundo de las artes y la cultura”. Conceptos que respaldan su último libro, La diversidad es tuya –Ocho Libros, 2015–.

Realiza la transmisión de mando de Ricardo Lagos, la Gala Presidencial por el Centenario de Pablo Neruda, la APEC, la reunión de los Presidentes de las Cumbres de Río, los Carnavales Culturales de Valparaíso, los conciertos de Silvio Rodríguez y Amnistía, entre otros. Recibió la Medalla de Honor Presidencial de manos de Ricardo Lagos –2004– y la Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda, por Michelle Bachelet –2017–.

Para él, la cultura es un amplio paraguas que cobija a las artes, donde el arte es una parte de la cultura, dice: “La cultura es nuestro modo de vivir, de relacionarnos, de pensar, sentir, amar, construir; reconocer el valor del pasado, vivir el presente y soñar el futuro. La cultura es el alma que le hace falta al desarrollo material”. Alfredo hace hincapié, que cultura es el comportamiento de un pueblo, su humanidad, cómo saludas, el comportamiento en el metro, en la bicicleta, en la calle, con los pueblos originarios, con los inmigrantes. Por lo mismo, cree que el ministerio más importante que existe es el de las culturas, las artes y el patrimonio. Una entidad que puede cambiar el destino de Chile.ç

– ¿Qué opinión tienes sobre el acceso a la cultura, para crecer y generar ciertos cuestionamientos sociales?
Estamos ante la película Una mujer fantástica que ha cuestionado leyes en nuestro país. Por eso me refería a la importancia del Ministerio de las Culturas, porque es el único que puede hacer cambiar la mentalidad de un país, o de una ciudad o de un barrio. Un buen ejemplo es cómo un edificio puede impactar una comunidad, algo que sucedió en Bilbao, España, cuando construyen el Museo Guggenheim, con determinadas características estéticas, cambiando la ciudad, su economía y el comportamiento de la gente. Es tan llamativo mundialmente que la ciudad se convierte en un atractivo turístico. Como Gaudí en Barcelona. La Torre Eiffel símbolo de París, ícono cultural de Francia. Esas son identidades culturales, a veces simbolizadas en edificios, comportamientos o diversas manifestaciones.

– Si tenemos una identidad fragmentada, ¿es tarea del arte o de ciertos artistas, reconstruirla?
No es obligación del arte tener que ser transformador de nada. El arte puede ser entretenimiento tranquilamente, puede ser bailar en una discotheque, porque bailar es una manifestación popular de arte.

– Lo que pasa con la identidad, es que aquí se cortó el hilo conductor, entonces existe una necesidad de reconstruir.
Claro, hay quejas de personas que vivieron un periodo determinado, pero es lo que les tocó vivir y en ese vivir, hubo manifestaciones culturales y artísticas determinadas o diferentes a las de hoy. Es así, antes o después de una guerra los países van cambiando. Lo que sucede muchas veces, es que se califica o descalifica manifestaciones artísticas, como no pertenecientes a lo artístico y me refiero a la música popular, de cantantes que llenan estadios, que pareciera no fuesen culturales, pero lo son, que te gusten o no, o seas partidario, eso ya es subjetivo. Porque gente que está más cerca de la intelectualidad, descalifica con una facilidad impresionante.

– El debate entre lo docto y lo popular se dio, asociado a que lo docto era un acceso de las clases acomodadas, pero eso ya está superado.
Dentro de la diversidad está superado, aunque el Teatro Municipal y el Museo de Bellas Artes siguen siendo “top” y muestran principalmente óperas y exposiciones extranjeras.

– La pintura se desvió hacia lo comercial, dejando de lado su rol transformador. Entonces ¿cuál es su sentido?
Cada manifestación artística es diferente, pintar, bailar, cantar o hacer una empanada. Cualquier cosa que nace, parte por el derecho de todos a manifestarnos, si después la gente lo admira, es masivo y logra un éxito, deja de pertenecer al llamado artista o creador de esa obra.

– Dejas fluir el proceso para que se regule solo. Con respecto a las críticas al Estado, ¿hay una regulación del arte?
Cada uno va cumpliendo sus funciones, creo que el Estado no puede decir cuál es la estética de los próximos diez años, puede decir cómo va a aportar o facilitar para que los artistas desarrollen su obra.

– Pero puede desarrollar políticas para niños y adolescentes que les permita tener una mirada más abierta…
Obvio. Te cuento una experiencia, hace casi diez años, con un grupo de trabajo, realizamos la labor de llevar al teatro a niños en edad escolar, sumando cerca de 300 mil niños al año, con casi tres millones que han pasado por nuestro teatro, con obras que se trabajan con los colegios y que ellos necesitan y eso nadie lo sabe. No conozco ministerios, empresas privadas o públicas que lo hayan hecho, ahí hay una preocupación en lo personal por crear audiencias, porque muchos niños por primera vez vienen al teatro y ven una obra, que tienen que resumir y es materia donde el profesor pone una nota.

– ¿Cómo es el impacto en los niños?
Es una iniciación, ese niño no se olvidará nunca que vino al teatro, creándose un interés por las artes. Siempre se habla del patrimonio material e inmaterial y yo me pregunto, ¿qué pasa con el patrimonio personal? Y es justamente porque la primera vez que fui al teatro, no lo olvidé nunca en mi vida.

– Cuéntame de esas experiencias
Cuando chico, el primer colegio artístico al que asistí, quedaba en la Plaza del Mulato Gil y su influencia fue tan importante, que eso me motiva a llevar a los niños al teatro, como una forma de responder a lo que me pasó a mí. En las mañanas las clases eran normales, pero en las tardes nos enseñaban a tocar piano, hacer danza, títeres, además de que nuestro patio de recreo fue el Parque Forestal y todas las semanas visitábamos el Museo de Bellas Artes. Después mayor, cerca de los 14 años, entré al Internado Nacional Barros Arana, ya tenía el bichito y quise ser actor, ahí estaba la Acateimba –Academia de Teatro del Internado Nacional Barros Arana–, dirigida por Fernando Cuadra. Pero me di cuenta que no tenía la pasta suficiente. Entonces, en el mismo colegio comencé a organizar festivales y a dar oportunidades a los músicos. También le dimos oportunidad al humor. No se habla mucho del humor, pero para mí, el humor también es un arte.

– Con todo lo que fuiste aprendiendo, ¿cuándo hizo click en tu vida el arte?
En mis tiempos no existían las escuelas de gestores culturales, entonces opté por el camino de la calle, en el sentido de irme formando en el quehacer y fui tomando cursos hasta el día de hoy para formarme y todavía no me titulo. Fui Dj, fotógrafo, después fui camarógrafo, trabajé en el MNBA con Nemesio Antúnez, creando happening y las primeras performances en Chile. Fui director de espectáculos grandes, director de radio y televisión, director del Festival de Viña, director de la FISA, iluminador, vestuarista, fui adquiriendo esos cursos y hace un par de años tomé el curso de tener un teatro.

– ¿Por qué esos rubros?
Fue una búsqueda para ir aprendiendo, fui cargador de camiones de espectáculos dos años, estoy orgulloso de haber cargado camiones para Earth, Wind & Fire, pegador de afiches, etcétera. Me formé en el quehacer.

EL MUNDO DE LAS IDEAS

– Eso define el sino de estar permanentemente en desarrollo…
Exactamente, ha sido así mi vida y hasta el día de hoy sigo y cada vez con más ansias esa búsqueda. Si bien fui socio fundador de la formación de este teatro, hace cuatro años estoy en el plano de las ideas, que se han ido plasmando por otros, algo así como un autor intelectual. Siempre parto de una idea en abstracto. Una de las cosas que me marcó, fue el evento especial para el Presidente Aylwin en el Estadio Nacional. Donde tuve que hacer un libreto y el montaje de un día.

– ¿Cómo te lo piden y por qué?
Viví años en Brasil. Cuando vuelve la democracia a Chile el 89, yo regreso, y como la gente creativa que trabajó en las dos campañas, la del NO y la de Aylwin, y ganaron las dos, querían vacaciones, y la asunción del gobierno se venía para marzo, yo hice la posta de recambio. Como venía con ansias, sumado a mi curriculum, fue a mí a quien le tocó montar la celebración del retorno a la democracia. No porque lo haya hecho yo, pero fue un evento histórico. Piensa que llego y el estadio estaba en manos de un militar que no me quería dejar entrar, arrendamos unas casas rodantes y nos instalamos enero y febrero en la puerta de la maratón y ahí me sirvió la información que tenía sobre los Clásicos Universitarios, porque sabía los movimientos de la cancha. Formamos equipos y resultó lo que resultó, además de la emoción de ese momento. A las semanas, el Presidente nos invitó a La Moneda para agradecernos, yo me senté en un rincón y se me acercan él y su señora. Don Patricio me explicó que fue la emoción más grande su vida, estar en la mitad del estadio y que por un momento creyó no poder llegar al otro lado de la cancha. Mi idea fue simbolizar que se acabó ese tiempo donde el presidente andaba rodeado de escoltas. No fue fácil convencerlos, para que cruzara solo la cancha ante 80 mil personas, había miedo que alguien en la galería le disparara y durara un día el Presidente.

– En esto de crear, ¿qué idea has pensado que no se haya llevado a cabo?
Muchas y algunas que han realizado otros, de lo cual me alegro muchísimo. El GAM, por ejemplo. Cuando trabajé en la campaña de Lagos, se nombró a los Soñadores de la República, algo simbólico, y en un acto, unos cinco tuvimos que decir lo que pensábamos podía ser el gobierno de Lagos. Dentro de lo que propuse, dije que había que llevar la cultura a las calles, plazas y a la gente, cosa que se hizo. Yo fui partidario de tomarnos el edifico Diego Portales o Unctad (hoy GAM), para que volviera a ser centro cultural como en los ’70, y ahora está el GAM funcionando y yo no he tenido nada que ver en eso. Casi el 90 por ciento de mis ideas han sido realizadas por otros y con eso me siento más que satisfecho.

– ¿Qué idea tienes o trabajas en estos días?
Estoy apoyando con mucha fuerza a la Asociación de Carpinteros Patrimoniales de Chiloé, quienes fueron desplazados de alguna forma, por maestros carpinteros de otros lugares de Chile, que no tienen todo el conocimiento de cómo se trata la madera en Chiloé, ni el tipo de madera, ni cómo se trabajan las tejas, ni las iglesias. Porque los carpinteros chilotes tuvieron un maestro italiano que los formó. En febrero pasado, realizamos el Primer Congreso Latinoamericano de Carpinteros, donde participé. Hoy existe la idea de crear una cooperativa, para que accedan a trabajos específicos y postular a fondos.

– Te gusta pensar en el futuro, para saber lo que viene, para anticiparse a los fenómenos socio culturales que pueden impactar a la sociedad. ¿Por dónde ves terreno fértil para impactar y transformar a la sociedad?

Me gusta el tema, soy utópico y soñador. Pienso para Chile en una solución cultural, ¿cómo nos ponemos de acuerdo? y esto lo traté de aplicar cuando fui Director de Cultura de Valparaíso. Si alguien piensa en Valparaíso, piensa en cultura o en arte, pero tú llegas y hay menos de lo que debería haber para que la ciudad viva de eso. Valparaíso está muy vendido como una ciudad cultural, en Chile y en el mundo, especialmente en Europa, pero no es aprovechada esa circunstancia, entonces me preguntaba, ¿cómo Valparaíso se pone de acuerdo, para tener un plan de desarrollo, a través de las artes, gestando relaciones culturales? Por ejemplo, existen tres caletas de pescadores, que estuvieron peleados por décadas y que yo uní a través de la Fiesta de San Pedro.

Tenemos que ponernos de acuerdo en quiénes somos, qué queremos y usar las herramientas de las artes. Otro ejemplo es el Congreso, edificio que no tiene nada que ver con Valparaíso. Tenemos que instalar el tema para sacar el Congreso de ahí y usar el edificio como centro cultural y de eventos. Cómo sabes tú, si a raíz de eso logramos sacar de la pobreza a Valparaíso, eso puede ser una demostración concreta, de que a través de un acto, puedes transformar una ciudad. Como Viña con su festival. Pero tiene que estar convencida la ciudad y la gente, opinando y participando, eso no se impone. Para convertirla realmente en una ciudad cultural que se auto sustente. Sigo creyendo, que a través de un proyecto cultural y ocupando las artes como herramienta, puedes transformar una sociedad, una ciudad y un país.

Entrevista publicada por Jaime Piña en la edición Nº 113 de la Revista Cultural La Noche (Abril 2018).